En La Fábrica de Sushi vivimos cada día experiencias que nos llenan, que nos hacen ser mejores en nuestro trabajo. Como el reconocimiento del trabajo bien hecho por nuestros clientes en los eventos de Sushi y en los hoteles con los que trabajamos cada día.

Y otras experiencias que a veces nos incomodan pero que intentamos que sean lo menos traumáticas y con final feliz. Hoy os queremos contar una de estas últimas.

Una experiencia que vivimos desde dentro y que gracias a un arte, como no, de origen japonés, consistente en la reparación de objetos rotos, tuvo su final feliz. Se trata del kintsugi.

El Kintsugi tradicional es una técnica nacida en Japón la cual consiste en reparar piezas rotas de cerámica utilizando una resina llamada Urushi y polvo de oro o plata. Una vez restaurada la figura vuelve a la vida gracias a las cicatrices que ahora le dan un nuevo aspecto más resiliente.

El samurai de nuestros eventos se hizo añicos

En todos los eventos de La Fábrica, la decoración de nuestros stands y corners supone una tarea fundamental para lograr que los comensales se integren con la cultura japonesa y disfruten del sushi en todos los sentidos. Desde el gusto, el olfato y por supuesto, la vista.

Siempre que preparamos nuestros stands, los coronamos con la figura del samurai que tanto nos caracteriza.

Y fue un día de junio, en un evento del Club Ciclista Ballester, del que somos patrocinadores, que la desgracia quiso que un golpe de viento rompiera en pedazos nuestra figurita. Una figura que en principio os puede parecer poco valiosa, pero que nos acompaña desde hace años y a la que hemos cogido cierto “cariño”.

Los chicos del Club enseguida se solidarizaron con nosotros por el destrozo, incluso la rebautizaron y le pusieron su propio nombre. El caso es que desde entonces no pudimos usar la figura en los eventos posteriores.

Y llegó la “magia”.

Como buenos amantes de la cultura japonesa, en La Fábrica nos acordamos de un arte centenari que trata de recuperar objetos rotos y restaurarlos: El kintsugi. Un arte que demuestra la resiliencia de los objetos y que está relacionada con la propia resiliencia humana.

Nuestro samurai quedó destrozado, pero era hora de ponernos manos a la obra e intentar el milagro. Íbamos a reconstruir la figura.

Con paciencia y disciplina a la hora de juntar los cachitos, poco a poco pudimos pegarlos y la apariencia y robustez de nuestro samurai iba reapareciendo según uníamos las piezas.

Un brazo roto, la base que lo sujetaba y algunas piezas decorativas fueron poco a poco volviendo a su posición y formando el puzzle que se había creado con la rotura.

Y por fin, se obró el milagro, y semanas después del suceso, nuestro samurai volvió a la “vida”. Gracias a las manos maestras de nuestro compañero Alejandro, el samurai pudo recuperarse y seguir luciendo como antes.

Ahora luce casi como el primer día y ya aparece como pieza principal de nuestros eventos. Una pieza que no se come, pero que para nosotros tiene la misma importancia que los platos que preparamos y que sin ella nuestros eventos no serían lo mismo.

Publicaciones Similares